El principal trinitario es el fundamento
principal que une lo personal y lo comunitario da un sentido final a todo. La
parte de Dios y trino a la vez se rige en única forma normal de toda existencia
posible.
Se sabe que la trinidad es la imagen principal
conductora de los hombres, una comunidad de amor mutuo, unidad en todo lo
sentido, una unión de todas las personas en una sola naturaleza recapitulada
posible y tratado por principalmente Dios.
Solo la naturaleza o esencia (ousia). Tres
personas consustanciales representan a la unidad absoluta y la diversidad
absoluta, están unidas no para confundirse sino para ser entenderse, y tener un
mejor entendimiento para contenerse mutuamente. Cada persona tenemos una forma
especial y única para contener la esencia idéntica de darles a las otras identidades a la
diversidad y así presentar a los demás. Las relaciones de origen son también relaciones
de una diversidad que esconden y designan la vez el misterio indecible de las
personas, uno es simplemente soledad, número que separa, otro el número que
traspasa la superación; lo uno lo múltiple se encuentran reunidos y
circustancritos en la trinidad.
San Sergio de Radonega (1313-1392) no ha dejado
ningún tratado teológico, pero su vida entera estuvo consagrada a la Santa
Trinidad. Objeto de su
contemplación incesante, este misterio divino derrama en él y hace de él esa
paz encarnada con que resplandecía visiblemente ante todos. Se Dedicó su
iglesia a la Trinidad y se esforzó en reproducir una unidad a su imagen en su
entorno inmediato y hasta en la vida política de su tiempo. Se podría decir que reunió a toda la Rusia de
su época alrededor de su iglesia, alrededor del Nombre de Dios, para que los
hombres “por la contemplación de la Santa Trinidad venzan el odio desgarrador
del mundo”. Siete años después de su muerte, su discípulo san Nicono encargó al
célebre iconografía Andrés Rublev que pintara un ícono de la Santa Trinidad en
memoria de San Sergio. También hizo decorar el iconostasio de la abadía de la
Santa Trinidad por Rublev y su fiel compañero Daniel. Los días de fiesta,
cuando Andrés y Daniel no trabajaban, se sentaban ante los venerables y divinos
iconos y mirándolos sin distracción… elevaban constantemente su espíritu y su
pensamiento a la luz inmaterial y divina.. Esta es la luz que Andrés Rublev
supo transmitir en su icono hecho célebre. Recrea el ritmo mismo de la vida
trinitaria, su diversidad única y el movimiento de amor que identifica las
Personas sin confundirlas. Parece que Rublev respira el aire de la eternidad,
que vive en los espacios del corazón divino y se erige así en sorprendente
poeta del Amor. El icono de la Trinidad se remonta a la oración sacerdotal de
Cristo: “para que todos sean uno...para que el amor con el que me has amado
esté en ellos y yo mismo esté en ellos...
Este sentimiento se comprende ante el icono de
los íconos, el icono de la Santa Trinidad hecho por el monje André Rublëv en
1425. Unos ciento cincuenta años después, el Concilio de los Cien capítulos lo
erige como modelo de la iconografía y de todas las representaciones de la
Trinidad.
Podemos
decir que no existe en ninguna parte nada parecido, en cuanto al poder de
síntesis teológica, a la riqueza del simbolismo y a la belleza artística. De la
concepción de los ángeles de Rublëv se desprende la unidad y la igualdad , se
podría confundir un ángel con otro , la
diferencia viene de la actitud personal de cada uno hacia los otros, y, sin
embargo no hay ni repetición ni confusión. El oro rutilante sobre los iconos
designa siempre la divinidad, su superabundancia. Un solo Dios y tres personas
perfectamente iguales es lo que expresan los cetros idénticos, símbolos del
poder real de que está dotado cada ángel. El
año 1054 queda para la historia como la fecha más importante, pero para la
propia Iglesia Ortodoxa el hecho que realmente mereció la separación con
occidente fue el saqueo a Constantinopla sufrido en la IV Cruzada.
Este hecho abrió las puertas para que los
turcos, finalmente, tomaran el poder en Constantinopla, en el año 1453, lo que
se conoce como la caída de Constantinopla y del Imperio Bizantino.
Los orientales tuvieron la oportunidad de
reconciliarse con su contraparte occidental y así recibir ayuda para su
liberación, siempre y cuando aceptaran los preceptos que el Papado les imponía,
pero la Antigua Bizancio decidió ser gobernada bajo el yugo turco, que les
permitía seguir adelante con sus oficios religiosos, su doctrina y tener de
portavoz al patriarca. Prefirieron esto antes que ceder a los mandatos de Roma.
Así fue que la santísima trinidad católica fue que recibió la liberación.
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